Aprendiendo a mirar con otros ojos







La meva filla Elena ha passat unes setmanes a El Salvador, en una estada a la Universitat Centroamericana "José Simeón Cañas", i col·laborant en una fundació escolar. Terra de "la gran pesadumbre en la arboleda" on perdura el record dels assassinats Monseñor Romero, Julia Elba, Celina, i els jesuïtes Ignacio Ellacuría, Joaquín López, Amando López, Ignacio Martín-Baró, Segundo Montes i Juan Ramón Moreno.
Transcric literalment la seva experiència en la mateixa llengua que la va vehicular i que indefectiblement se li fa necessària, com la mirada als ulls, a l’hora d’expressar-la:

"El Salvador es el país más pequeño de Centroamérica, por eso lo llaman el Pulgarcito de América. Un país fascinante con multitud de cosas interesantes para ver y descubrir: sus volcanes, las ruinas mayas, las iglesias coloniales, los mercados nativos y, como no, su gente, siempre tan abierta, cálida y humilde. Los salvadoreños son aproximadamente unos seis millones, con el gran mestizaje que les caracteriza, algunos de ascendencia europea y el resto indígenas. Muchos de ellos todavía hablan la lengua nativa del país, el náhuatl, y de ahí vienen los nombres de algunos de los pueblos tan fascinantes i misteriosos como Panchimalco ("Lugar de escudos y banderas") o Suchitoto ("Lugar de pájaros y flores"). Costumbres y culturas muy distintas a las de Occidente. Pero eso sí, mucha influencia norteamericana por todas partes.

Se comen pupusas, la comida típica : tortillitas de maíz rellenas de fríjoles, de queso, de pollo y demás especias. También se pueden comer cosas tan variadas como carne de iguana, tamales, pan de torta, guacamol, yuca, charamusca,… todo muy rico. Pero nuestra comida habitual era arroz con pupusas acompañado de un rico pollo empanizado o encebollado.

Los contrastes son muy visibles en cada esquina: "las champitas" (chabolas), junto a centros comerciales y grandes edificios, "niños de la calle" ("las Maras", pandillas de niños y adolescentes delincuentes que se forman en las calles, algunas muy famosas, como la M-18 o la MS-13); por otro lado, coches muy potentes de la gente más rica del país… y así una larga lista. No hay un punto intermedio, la gente es muy rica o muy pobre. Por esta razón, la injusticia se ve, el hambre y la muerte también se pueden percibir, es el pan de cada dia. Es uno de los países con más delincuencia en toda centroamérica, y es peligroso andar solo por sus calles .

Uno, después de tres semanas, se acostumbra a ver todo este panorama y se da realmente cuenta de la verdadera injusticia que existe y empieza a pensar fríamente sobre ello. Pero por otro lado, sientes cierta esperanza al ver que hay gente que lucha por su país y que tiene ganas de tirar adelante. Se da cierta sensibilidad y muchas ganas de trabajar para superar el dolor de muchísimas personas y familias que han sufrido tanta brutalidad, para encontrar al fin un sentido y reconstruir y mejorar la realidad social del país y no quedarse en el pasado.
La percepción de esta solidaridad hace que uno sienta ganas de ayudar, apoyar, contribuir y aportar su granito de arena a un país oscuro y silencioso, pero lleno de sentimientos. Este era nuestro objetivo al viajar a El Salvador. Gracias a las clases que nos dieron los profesores de la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas" (UCA) sobre economía, historia, medio ambiente y religión , pudimos entender mejor su realidad. El evento que hoy todavía se recuerda con mucho dolor es el de los seis jesuitas asesinados en la UCA en el año 1989, y el asesinato de Monseñor Romero el 1980.


Dur
ante dos semanas estuve trabajando en la Fundación "AMOR", un centro de día para la niñez maltratada, dando clases de refuerzo escolar a los niños. Dos semanas no dan para mucho, pero sí para darte cuenta, por ejemplo, de la abrumadora falta de recursos y de medios humanos que son necesarios para una mínima escolarización (faltan incluso los borradores y lapiceros). Los niños simpre llegaban a la escuela sucios, los padres les acompañaban con la cara triste y en alguna ocasión te contaban historias desesperadas, diciéndonos que apadrinásemos a sus hijos/as. Son pocos los padres que tienen trabajo, muchos de ellos son vendedores en los mercados clandestinos, y sus hijos no saben a penas ni qué es un oficio.

No pudimos hacer casi nada en tan poco tiempo, ya que no somos los salvadores de nadie, lo único que esperábamos era darles un poco de afecto, y con el cariño que les cogimos creo que lo conseguimos. Son niños muy frágiles, y muchos padres ya no quieren cuidarlos. Es como si quisieran librarse de ellos por falta de dinero para mantenerlos.

Les falta lo más básico para ser funcional en la vida, y a veces para poder "sobrevivir". Hay que enseñarles a no pelearse con los compañeros, a mantener una higiene indispensable y a cuidar de su propia vida. Todavía recuerdo con claridad las palabras que me dijo la maestra de la escuela: "El destino de muchos de estos niños son "las maras", son niños muy violentos". Algunos de ellos ni siquiera saben con quién hablar y en quién pueden confiar porque son maltratados por sus familiares. Por eso es tan importante escucharlos y darles mucho afecto y ternura.

Reflejan en sus ojos mucha tristeza, aunque los ves con la sonrisa clavada en la cara siempre que te miran. Te dan mucho cariño y en tan sólo dos semanas se crea un vínculo de amistad que nunca se olvida.

Ahora, estando en tierras catalanas, me doy cuenta de que todo es muy distinto…, y me cuesta muchísimo adaptarme de nuevo a mi vida cotidiana. La misma sensación de impotencia que tuve cuando llegué a tierras salvadoreñas la tuve al regresar a Catalunya. Son países tan distintos que cuando te acostumbras a uno te cuesta mucho después adaptarte de nuevo al otro.

He tenido que regresar de El Salvador porque el billete de avión tenia fecha de vuelta; si no, todavía estaría allí. Pero este viaje ha terminado. Ahora sólo quedan los recuerdos y las ganas de vivir otras realidades. Pero ha sido una experiencia que nunca olvidaré. He descubierto lugares fascinantes y he vivido momentos inolvidables con gente maravillosa. Y es que el tiempo nos hace crecer, nos enriquece en experiencias, y a la vez nos abre las puertas de la voluntad, del riesgo de amar y de comprender todo lo que te rodea. Nunca hay que dejar de sorprenderse, de ilusionarse, de saborear todos los detalles y regalos que nos ofrece la vida, siempre con los ojos bien abiertos.

El Salvador, gracias por las lágrimas de felicidad que me provocaste al viajar, con los ojos bien abiertos, por tus más lindos lugares".

Comentaris

Cesc Amat ha dit…
Quantes veritats Elena! M´ha agradat moltíssim el teu escrit.
Ramon Bassas ha dit…
Sou un pou de sorpreses (i de saviesa) la família Amat...
cinto amat ha dit…
M'alegro molt que us hagi agradat. I de fet, estic contenta de poder compartir la meva experiència salvadoreña amb vosaltres.
Us convido a viure realitats com aquesta perquè, de veritat, arribes a aprendre moltíssimes coses.

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