La República, així de fàcil




"A las tres de la tarde- me dijo el señor Ayuso- nos encontramos en el domicilio del señor Maura varios amigos y un miembro del Gobierno provisional: don Manuel Azaña. Maura telefoneó a todas partes: a Palacio, a Gobernación, al domicilio del doctor Marañón, donde se estaba celebrando la negociación Romanones-Alcalá Zamora que garantizó la salida pacífica de la familia real. No pudo sacar nada en claro. Empezó a impacientarse. A las tres y media volvió a telefonear. Ninguna respuesta. A las cuatro, ansioso, enervado, volvió a insistir. Mismo resultado. A las cuatro y media, a las cinco, a las cinco y media, no sabía aún si el paso de la República era franco. Por fin, cansado de abrocharse y desabrocharse la americana, con los ojos enrojecidos saliéndole de las órbitas, dijo Maura:
- Ha llegado la hora de echarse a la calle. Vámonos, Azaña.
En la calle alquilaron un taxi y Maura ordenó, contundente:
- ¡A Gobernación!
Azaña lo miró asustado. A medida que el taxi fue acercándose al centro de Madrid, la inquietud de Azaña fue creciendo. Por fin dijo:
- ¡Pero Maura, es usted un insensato¡ Nos van a ametrallar. Nos acribillarán a balazos. Esto es una locura...
- No se preocupe- dijo Maura impávido aunque trastornado por dentro-. Pronto habremos salido de dudas.
- Pero Maura...
- Si nos ametrallan, nos ametrallan...
Llegaron así a la Puerta del Sol.Cuando la multitud reconoció a Maura, le ovacionó. Bajaron del coche frente al portal del Ministerio. La gente les abrió paso. Ante la puerta, solicitaron entrar. Apareció en el portal un oficial de la Guardia Civil.
- ¿ Desean los señores...?- preguntó.
- Somos el Gobierno provisional de la República- contestó Maura, rígido, estirado.
El oficial soltó un grito y la guardia formó. El primer paso estaba dado. Azaña, pálido como un muerto, se secó el sudor de la frente.
Maura subió los peldaños de la escalera del primer piso de tres en tres. Llegaron así a la puerta del despacho del subsecretario. Maura se abalanzó sobre la manilla de la cerradura. Entró como una exhalación en el despacho y se encontró ante don Mariano Marfil, a quien conocía perfectamente, pues había trabajado con su padre, don Antonio Maura. Don Miguel dice, con su voz enérgica :
- ¡Señor subsecretario¡ Soy el ministro de Gobernación del Gobierno provisional de la República. Deseo que se ausente usted en el acto.
Marfil, pálido como un personaje del Greco, se pasó la mano por la barba y dijo con una voz cobarde:
-Me doy por enterado...
Marfil salió por una puerta falsa.
Maura pasó enseguida al despacho del ministro y cogió el teléfono, exaltado, mientras Azaña, sentado enfrente, iba tranquilizándose de forma visible.
-¿Es usted el gobernador de Sevilla?- dice Maura-. Aquí el ministro de Gobernación de la República...
-¿Qué, cómo dice usted?- responde el gobernador de Sevilla.
- Aquí Miguel Maura, ministro de Gobernación de la República, de la Re-pú-bli-ca... ¿Me oye usted? Entregue usted el mando al presidente de la Audiencia en el acto...
- Bien, señor ministro- dice la voz de Sevilla, temblando y quizá indignada.
Maura habló así, uno por uno, con todos los gobernadores de la Península. A las seis y media de la tarde, el régimen republicano fue instaurado oficialmente en toda España. A medida que Maura fue telefoneando, don Manuel Azaña fue quitándose la angustia de encima y acabó en un estado de fatiga tranquilizada..."
(Josep Pla, "Madrid. El advenimiento de la República". Anotació corresponent al dia 14 d’abril de 1931 a les sis de la tarda)

El mateix Pla que amb tanta ironia com realisme fantàstic escrivia a Madrid sobre l’arribada de la República en el seu dietari avui fa setanta-sis anys, havia escrit en el Quadern Gris exactament dotze anys abans, el 14 d’abril de 1919, quan només en tenia vint-i-dos :

" 14 d’abril.- Dilluns. Em llevo com convalescent, insensibilitzat, absent, deprimit. A taula, el meu pare, sense dir ni un mot, em dirigeix una mirada de menyspreu gairebé teatral. "Deus estar cansat de Barcelona..." fa, com si parlés del temps, la meva mare.
Temps de Setmana Santa. Com cada any: fa un dia gris, voltat d’una gran calma, fred, sense sol ni vent. El cel és baix, d’un color de cendra, amb una resplandor interna de grosella. Tinc la boca tan seca que trobo l’aigua deliciosa, reconfortant. La tendència de l’alcohol a donar set, a produir un assedegament creixent, és el cercle més viciós de la vida humana. Em quedo a casa. Crepuscle incabable; nit inacabable. No acaba d’interessar-me la lectura dels llibres que tinc a mà. En llegiria d’altres de què no disposo. Passo les hores mirant el sostre, amb el llum encès, respirant l’aire de l’habitació glacial".

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